EL SILENCIO
El
silencio de las victimas
29/09/2021
AUTORA
Feminista
El
silencio de las víctimas interpela a la sociedad a la que pertenece,
a todos nosotros. ¿Por qué las víctimas callan, se ocultan?.
Podríamos preguntarnos en qué medida colaboramos como personas y
como sociedad al silencio y a la soledad de las víctimas.
Es
muy triste y desolador que se tenga que vivir el terror, la amenaza,
el peligro, el abuso, la pérdida y tantas otras situaciones y
vivencias…en silencio, abandono y soledad.
A
veces no se ha podido actuar, pero en otras sí y se ha hecho mal o
no se ha hecho. Quedará bajo nuestra conciencia y nuestra
responsabilidad todo lo que se ha permitido.
Hay
muchas situaciones en las que puede ocurrir agresión, abuso,
maltrato, según el medio en el que ocurra (familiar, de pareja,
laboral, social, institucional…), según el tipo de relación entre
el agresor y la víctima, según el tipo de maltrato o abuso, la
diversidad de situaciones que se viven, la vivencia del mismo, etc.
Sin
embargo, hay un denominador común en todas ellas, el maltratador es
el que abusa, agrede, maltrata. La víctima es la que es abusada,
agredida, maltratada. Está en un estado de indefensión, tiene
miedo, a veces sentimientos de vergüenza y culpa. No puede salir
porque la mentira y la manipulación del agresor ejerce poder y
domina y la verdad de la víctima se cuestiona.
Las
víctimas de violencia de género están marcadas por la pareja, que
actúa sobre la mujer y los hijos. El objetivo es el poder y
sometimiento de la mujer. En un sistema patriarcal de defensa de los
privilegios del hombre, el territorio es propicio.
En
la convivencia, el maltratador muestra su naturaleza y personalidad a
la víctima, esa que oculta fuera, su agresividad, su abuso, su
control, sus mentiras, etc. A ella la manipula progresivamente, la
hace dudar de sí misma y de lo que ocurre y la descalifica ante los
demás, la inmoviliza. Para ejercer mejor su poder depredador busca
el aislamiento de la víctima, para lo cual la separa de su entorno,
familia, amigos, etc., a los que rechaza. El aislamiento le permite
ejercer su poder destructor sin testigos. El mundo exterior queda
fuera, y es fácilmente engañado sobre la realidad de la víctima,
que es confundida y silenciada. El maltratador es mentiroso y
manipulador porque su estrategia es el engaño, engaña a la víctima
y al entorno. Este es el primer silencio de la víctima, el de la
intimidad de la pareja.
Cuando
ocurre la separación, la pérdida de poder y control sobre la pareja
frustra al agresor y se manifiestan más claramente sus emociones
primarias, la rabia, la ira, los celos, la envidia, que lo impulsan a
la venganza con el objetivo intencionado de dañar y destruir. Para
ello utiliza a los hijos, que sabe mejor que nadie que son lo más
valioso para la mujer, y empiezan las amenazas que se cumplen. El
daño a los hijos daña a la mujer y hacer daño le da poder por el
sufrimiento que genera sobre la víctima. Ese daño le permite seguir
ejerciendo el poder y el dominio y continuar el control sobre la
relación. Esta es la esencia de la violencia de la pareja íntima,
una estrategia perversa y destructora, continuada, intencionada.
¿Cómo
defenderse entonces del maltratador, como liberarse de él, que
obstáculos se encuentra, que recursos y medios tiene la víctima
para sobrevivir?. ¿Qué respuesta va a tener del medio en el que se
mueve, de la familia, de los amigos, de su medio laboral, de la
sociedad?. ¿Qué respuesta le irán dando las instituciones a las
que recurre, la justicia, los servicios sociales, o bien la sanidad y
los colegios, cuando los necesita para sus hijos?.
Estas
preguntas muchas veces no tienen respuesta o no es la esperada y
entonces se instaura el silencio, se vive con el miedo, la culpa, la
incomprensión, la vergüenza, se vive con el maltrato y el terror
porque no hay salida. Este es el segundo silencio de la víctima, el
del medio exterior.
El
maltratador ya la ha inmovilizado, la ha aislado, la ha silenciado,
aparentemente la ha perdido, pero no la dejará escapar. Ahora, la
estrategia ante el mundo exterior es hacerse la víctima, ella es la
culpable, la que ocasiona los problemas y es desacreditada y abusada
de nuevo ante los demás. ¡Pobre hombre, con lo buen padre que es!.
Hay dos relatos, pero el entorno acepta fácilmente el relato
manipulado del maltratador. Para las instituciones ante las que actúa
a través de sus hijos, lo que ocurre es que tienen un conflicto.
El ha conseguido desviar la atención sobre él y la vuelca sobre la
víctima. Ahora son iguales ante los demás y ante la ley, la
violencia se ha ocultado, se ha convertido en conflicto, el engaño
continúa.
A
veces se habla del silencio de las víctimas como de un estado del
que no saben salir, no están preparadas, no comprenden lo que viven,
y necesitan pasar por un proceso interno a partir del cual se sientan
preparadas para hablar.
Sin
embargo, muchas de ellas si comprenden lo que viven y están
determinadas a salir de su situación, pero cuando lo hacen no se las
escucha, no tienen apoyo y caen en la trampa del mismo sistema que
les pide que denuncien y hablen. ¿Se puede hablar entonces del
silencio de las víctimas cuando existe una falta de respuesta de un
sistema que contradice lo que pregona?. De un sistema que consiente
la desprotección de las víctimas. ¿Cuánto importan las
mujeres víctimas de violencia de género?. ¿Cuánto importan en
relación a lo que importaban las otras víctimas del terrorismo de
ETA?. Solo hay que ver la financiación y recursos existentes entre
una y otra, la claridad que había para hacerle frente, sin
ambigüedad o contradicciones en esa lucha, no se permitía la
apología del terrorismo, etc. Eran otra clase de víctimas, no
mujeres anónimas.
Se
habla de la carencia de recursos, de medios, de educación, etc. pero
no sabemos cómo ni cuándo ni en cuanto tiempo se pondrían en
marcha. Los planteamientos a largo plazo seguirán dejando víctimas
por el camino si en el momento actual se siguen permitiendo
actuaciones contradictorias. Cuando hay fuego lo primero es apagarlo,
después vendrá todo lo demás. Lo
primero y urgente es detectar la violencia y acreditarla,
lo contrario de negarla o invisibilizarla. Esto afectaría a
actuar sobre las separaciones que son un factor de riesgo
determinante de violencia. Afectaría a las custodias que no deberían
ser compartidas ni paternas, ni darse en casos de conflicto o
desacuerdo. Afectaría a los derechos de visita de los padres que
deberían ser prohibidos o supervisados, etc.
¿La
detección y acreditación de la violencia se soluciona con los
recientes cambios en la ley?. ¿Por qué agujeros se cuelan estas
víctimas en el sistema?. Cuando no se las cree, cuando la violencia
contra ellas se invisibiliza o no se acredita, con las custodias
compartidas sin acuerdo, cuando se aplica el SAP, cuando el
maltratador sigue teniendo presencia y poder en la vida de las
víctimas, cuando sus derechos están por encima de los derechos de
las mujeres y los hijos, cuando los derechos de visita se ejercen sin
supervisión, cuando los hijos no son escuchados y respetada su
elección, cuando no pueden ser valorados psicológicamente si no hay
una sentencia de maltrato, cuando para todo hace falta el permiso del
maltratador. Cuando a las víctimas no reconocidas se les cierra la
puerta y no se les acredita la violencia invisibilizada, etc. Todas
ellas ocurren cuando se otorgan custodias compartidas o paternas sin
acuerdo, en casos de conflicto o violencia. La
omnipresencia judicial en todo, la violencia tiene que ser valorada
por equipos forenses muy especializados en violencia de género, que
desenmascaren la apariencia del engaño y la mentira del maltratador
y su intencionalidad de hacer daño. La violencia institucional es el
tercer silencio de las víctimas. El cuarto silencio es cuando ya no
hay remedio y el silencio se hace o es eterno.
Lo
esencial es separar al agresor de las víctimas y los hijos, sin
embargo los recientes cambios en la ley siguen generando inquietud e
incertidumbre en las víctimas con la justicia, que no les da la
seguridad que necesitan. La aclamada Ley de Infancia no prohíbe
expresamente el SAP, y sigue dejando a la interpretación
posibilidades de aplicación que según los expertos pueden permitir
que se siga utilizando a través de los jueces y los servicios
sociales (1,2), justamente por donde se invisibiliza la violencia
institucional. Que se pueda utilizar a través de coordinadores
parentales o equivalentes, que según los expertos, pueden imponer la
coordinación en situaciones de conflicto y de violencia. Ellos no
son expertos en violencia, si hay dudas es un equipo forense muy
especializado en violencia de género el que debería actuar, sin
embargo estos equipos apenas se utilizan o no existen (3). Las
víctimas que aún no ha entrado en el sistema tienen desconfianza, y
las que ya han entrado no pueden salir.
En
cuanto a los derechos de visita de los agresores, también dependerá
de la motivación judicial y se hace extensivo a las madres, ya que
se iguala a ambos progenitores (4). Esto es contrario a lo que dice
la ley de violencia de género. No solo se desvaloriza la maternidad
y se le quitan las custodias a las madres, ahora se abre la
posibilidad de igualarlas con los agresores y quitarle las visitas de
los hijos.
Se
plantean muchas actuaciones en la lucha contra la violencia de
género, pero chocan contra el cuello de botella de la justicia, para
entrar o para salir, el muro infranqueable de la justicia patriarcal
(5). Hasta que no se actúe contra las custodias compartidas/paternas
sin acuerdo, habrá violencia enmascarada en el conflicto. Las
visitas para los padres violentos siempre se deberían suspender o
supervisar, tampoco se deberían denegar órdenes de alejamiento.
Mientras no se acepte que es indispensable la separación del agresor
y las victimas no se solucionará el problema. Mientras las víctimas
se sientan amenazadas por el sistema judicial y no encuentren salida
a la violencia, continuarán sin denunciar y silenciadas.
Habría
que actuar más sobre los conceptos y criterios que sobre los medios
y recursos.